martes, 30 de diciembre de 2014

Otro año más



Dada mi costumbre de publicar los martes y los sábados, por lógica, esta será la última entrada de este año.
Suele ser habitual durante las últimas horas del año que la gente haga balance o decir eso ‘año nuevo, vida nueva’. No creo que sea necesario ni una cosa ni otra. Mi vida será la misma cuando llegue el 1 de enero, el 2, 3, 4… Puede que cambie a lo largo del año porque tenga que hacerlo, pero no será ni el 1 de enero ni por ser otro año distinto. Y del mismo modo, hacer balance de lo que he hecho o he dejado de hacer sería una especie de discurso borbónico durante la Nochebuena y, sinceramente, no le veo ningún sentido. ¿Por qué aparece la testa coronada delante de las cámaras durante un cuarto de hora solamente esa noche? ¿Por qué no el resto del año? Por eso digo que de nada sirve ver en un instante o día determinado lo que se ha hecho bien y mal, ya que cualquier momento del año es bueno para hacer una retrospección.
Pero supongo que es inevitable no acordarse de cosas y mientras escribo estas líneas retrocedo con la memoria y pienso en todo lo ocurrido durante este año. Me cuesta continuar con las letras si no es mirando por la ventana observando algunas hojas secas, las que han desafiado al otoño, moverse por el viento en los chopos que hay a cuatro metros mientras me pierdo en recuerdos y situaciones. No se trata de reproches, culpables o inocentes… los hechos ahí están; hay una frase que marca: “Cada cual sabe lo que coge y lo que deja”. Sólo eso, no quiero entrar en detalles, pero si sirve de algo diré tal y como se dice en ‘El guerrero nº 13’:

Por todo lo que debimos pensar y no pensamos.
Por todo lo que debimos decir y no dijimos.
Por todo lo que debimos hacer y no hicimos”.

Nos leemos en unos días.

sábado, 27 de diciembre de 2014

La caridad navideña



¿Cuánto puede durar todo el jaleo navideño? ¿Aproximadamente un mes? Visto lo visto durante estos días, los diez días que quedan y los veinte anteriores, no alcanzo a comprender por qué no es Navidad todo el año.
Es durante estos días cuando las conciencias se agitan y a muchos les da por hacer donaciones; pero solamente es este mes, el resto nada de nada.
Yo he estado durante casi un año haciendo un servicio social de manera voluntaria. Lo hacía cuando mis obligaciones me lo permitían. No diré lo que es porque tampoco se trata de ponerme medallas, lo hacía y ya está, no hay más.
Pero he decidido no continuar con ello. Aunque haga una labor minúscula he aportado mi granito de arena, durante los últimos 365 días. Pero estos días he visto a gente que no he visto en todo el año repartiendo felicidad y amor con buenas sonrisas. Eso me ha hecho reflexionar. He sido voluntario durante un año. He realizado un trabajo que yo considero que es necesario y que no debería estar hecho por voluntarios, sino por gente que estuviera haciéndolo no solamente las horas que iba yo a la semana, sino las 24 horas. Pero no. En este país nos hemos acostumbrado a la caridad cuando ésta no debería existir porque es obligación del Gobierno que los ciudadanos tengamos unas condiciones dignas de vida. Suplimos los derechos con caridad y no, no me parece justo. He acabado quemado de cosas que he visto durante todo el año y ver como estos días la gente limpiaba sus conciencias olvidándose el resto del año. Pero lo que más me revienta es que el inquilino de la Moncloa diga que estamos en recuperación. Miente. Mientras haya una sola persona necesitada de caridad continuaremos siendo un país tercermundista en cuanto a necesidades básicas se refiere. Que le pregunten a Cáritas o a Cruz Roja por la situación del país.
Por todo ello he acabado asqueado. Lo que he hecho lo he hecho con mucho gusto, pero creo que no es la solución porque, insisto, deberían ser las 24 horas así que si tan bien vamos que se encargue el Gobierno o su puta madre. Mi conciencia está tranquila.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Una noche distinta



Esta es la misma entrada que puse hace un año y, también, la misma de hace dos, tres, cuatro, cinco… y seis. El día es el mismo, por eso creo que sirve. Un año más y los motivos son los mismos, como lo serán al año que viene y al siguiente, y al siguiente, y al siguiente… Sólo eso, al fin y al cabo, aunque no participe del folclore navideño, sí que creo que es una noche distinta.
Desde hace dieciocho años, el Día de Nochebuena, suelo hacer siempre lo mismo; a las 8 de la tarde subo a la terraza de la casa de mis padres y enciendo una vela. No soy muy amante de la Navidad, pero sí que creo que esa es una noche especial. Tengo la suerte de haberla celebrado siempre en compañía de mi familia, por ello me siento afortunado, por poder estar con la gente que quiero. Pero también surgen otros sentimientos inevitables, como son el acordarme de mis seres queridos que ya no están. Por eso necesito un momento para acordarme de ellos en soledad. Justo es el momento en el que enciendo la vela. Me acuerdo, especialmente, de ellos y no puedo evitar la melancolía, esa que solamente se puede sentir en privado... y es que algunas cosas nunca cambiarán.
Después del primer recuerdo, dedico mi luz a más gente; primero a personas que conozco y que comparten culaquier tipo de relación conmigo y después, muy especialmente, a gente que no conozco pero que existen. Y pienso en todos los que están lejos de casa por motivos de trabajo y esta noche no estarán con sus familiares, en aquellos que tienen que pasar la noche en un hospital, que tienen que dormir en un cajero, en un banco o en cualquier contenedor. En esas madres que desde sus países pensarán en sus hijos, lejos de casa; en aquellos lejos de sus países por cualquier motivo; en los que están de viaje; en aquellos que esta noche cenarán solos en casa porque no tienen familia u otros que, sencillamente, no podrán cenar; en todos aquellos que acabaron sus días lejos del hogar… como mi admirado poeta y en tantos más que se nos podrían ocurrir y que no por no nombrarlos están ausentes. Por todos ellos también enciendo la vela, para que su luz, al menos esta noche, no les haga sentirse tan solos. Que sepan que alguien, desde la distancia, se acuerda de ellos y sabe que existen. Nunca se sabe, quizá, al año que viene, tal noche como esta, yo pueda estar en alguna de esas situaciones.
Este año, como los anteriores, también les dedico esta canción. Un canto a la paz y a la libertad nunca igualado, igual que os la dedico a todos los que pasáis por aquí.

Que paséis una buena noche.



sábado, 20 de diciembre de 2014

Los sábados a las 12:00



No puedo asegurar qué podré hacer cualquier hora de cualquier día de la semana, dónde estaré o dónde no estaré; pero hay algo que sé seguro que haré.
Tengo la costumbre de ir a tomar el café (suele ser un par de cortados o bombones, eso sí, siempre con hielo independientemente de la estación del año) y a leer el periódico los sábados a las 12:00 horas. Siempre, ese día y esa hora.
Desde hace muchos años es algo que voy haciendo, salvo causa de fuerza mayor. ¿Cuál es su origen? Creo que como todas las cosas en la vida que acaban convirtiéndose en tradición surgen por algo inesperado, casual.
En mis tiempos de estudiante compartía piso con otros tres compañeros de instituto, juntos lo acabamos juntos empezamos la universidad. Una vez allí, como es normal, nuestros caminos se separaron, aunque continuemos manteniendo el contacto telefónico; pero antes de todo eso pasaron muchas cosas.
Vivir en un piso de estudiantes es una experiencia inolvidable, tiempos irrepetibles que darían para escribir un libro… quien haya pasado por ello me entenderá perfectamente. Pero claro, no todo es de color de rosa y también hay algunas obligaciones que hay que asumir y que nosotros no sabíamos por aquel entonces.
Lo único en lo que habíamos pensado desde el primer día era que había que fregar y cada día se encargaba de hacerlo uno. A veces, dependiendo de la ‘mala leche’ que tuviéramos, hacíamos una comida más elaborada usando más cacharros para que el otro tuviera que fregar más y no faltaban las protestas del ‘fregador del día’ en plan “¿Es preciso usar dos sartenes? ¿No puedes usar una?... ¿Es necesario que utilices tantos platos?…” La excusa era que, por ejemplo, en la misma sartén en la que se habían freído un par de huevos no podían freírse dos longanizas, porque no sabían igual, o que había que hacerlo al mismo tiempo para que lo que se había freído antes no se enfriara… pero la cosa no pasaba de juramentos, burlas y risas.
Pero había algo que no habíamos tenido en cuenta, ¿quién limpiaba el piso? El primer mes de nuestra nueva vida si hubiese ido un inspector de Sanidad nos hubiese precintado la vivienda, así que decidimos que aquello no podía seguir así y establecimos turnos de limpieza: cada semana uno de nosotros limpiaría todo el piso a excepción de las habitaciones (que cada cual se limpiaría la suya).
No hace falta que sea muy explícito cómo lo hacíamos. No se puede decir que se pudieran comer sopas en el suelo, pero como las bacterias no se ven… A veces nos quedábamos sin lejía y fregábamos el suelo con detergente de ropa… tampoco explicaré más. Básicamente era pasar una bayeta con lejía por el váter, bidé, lavabo y bañera, luego barrer y pasar la fregona. En una hora u hora y media estaba limpio el baño, la cocina, el pasillo y el comedor y, como he dicho antes, visualmente estaba bien.
El caso es que al que le tocase limpiar siempre se solía poner entre las 10:30 y las 11:00 del sábado y lo último que se hacía era fregar el piso. Metíamos la fregona en el cubo, la removíamos bien, la sacábamos y, sin escurrirla, nos poníamos a darle pasadas al suelo; si hubiésemos usado una manguera o tirado cubos de agua hubiésemos acabado antes. La cuestión es que al terminar estaba todo encharcado y no se podía salir de las habitaciones hasta que estuviese todo seco, así que para no estar esperando tumbados en la cama, cuando el ‘limpiador’ de turno había acabado, abríamos las ventanas y bajábamos a un bar que había al lado de casa, tomábamos café o cualquier otra cosa, charlábamos y ojeábamos el periódico. Cuando volvíamos nos parecía que todo estaba como los chorros del oro.
Han pasado muchos años de aquello y aunque ni las circunstancias ni los motivos son los mismos es algo que me ha quedado como costumbre: café y periódico los sábados a las 12:00.

sábado, 13 de diciembre de 2014

La sublevación de Jaca, la república que llegó del frío



Lo único que lamento es no haber podido salvarte a ti, Ángel, fueron las sentidas palabras del capitán Fermín Galán Rodríguez (izquierda) a su compañero de sublevación, el también capitán Ángel García Hernández (derecha).
El Tribunal Militar acababa de dictar sentencia en el Acuartelamiento Pedro I de Huesca; en la misma se condenaba a ambos reos a ser pasados por las armas por rebelión militar y sedición. Apenas unas horas después, en el polvorín del Camino Viejo de Fornillos, los ‘Capitanes del Frío’, separados unos diez metros el uno del otro, se enfrentaban, a cara descubierta, a los dos pelotones de ejecución.
¡Viva la República!, ¡viva la libertad!
Sobre las tres y diez de la tarde del domingo, 14 de diciembre de 1930, el último proyectil que impactó en los dos cuerpos inmolados ponía un falso punto y final al sueño republicano de los dos capitanes, de los setecientos efectivos, militares y civiles, que, a su mando, habían iniciado la marcha desde Jaca a Huesca por carretera y ferrocarril y de todos cuantos aborrecían la institución monárquica.
La aventura igualitaria, comenzada en Jaca a las seis de la mañana del 12 de diciembre de 1930, apenas había durado treinta horas.
Cuatro meses después de los fusilamientos, el 14 de abril de 1931, se proclamaba la II República Española. En el cementerio de Huesca, la hornacina de García Hernández -en la parte católica- y la tumba de Galán -en la civil-, quedaron cubiertas por las flores que manos republicanas unieron a las depositadas por la esposa y la hija del primero y la madre y los hermanos del segundo.
La dictadura de Primo de Rivera cae el 29 de enero de 1930, instaurándose entonces el Gobierno de Dámaso Berenguer, la llamada ‘Dictablanda’. El 17 de agosto de este mismo año se reúnen los principales partidos políticos constituyendo lo que se viene en denominar el ‘Pacto de San Sebastián’, que pretende dar los pasos necesarios para la proclamación de la Segunda República en España. En octubre se nombra un Gobierno Provisional republicano y se elige un Comité Revolucionario Nacional. Todos los esfuerzos se encaminan a preparar una sublevación que acabe con la monarquía de Alfonso XIII. El detonante sería la guarnición de Jaca.
Fermín Galán Rodríguez, gaditano y masón, llegó a Jaca en junio de 1930, tenía entonces 31 años. Obtuvo este destino tras pasar seis años de arresto en el castillo de Montjuich, por haber participado en la ‘Sanjuanada’, el movimiento sedicioso que pretendió acabar con Primo de Rivera. Se granjeó el respeto y admiración de la tropa, ciertas simpatías entre una parte de los mandos y también algunas animadversiones indisimuladas de los jefes de la guarnición jacetana. Entre sus amigos militares se encontraban los capitanes Salvador Sediles y, naturalmente, Ángel García Hernández, alavés y católico, liberal y honrado militar. De entre los civiles sobresalen Antonio Beltrán ‘El Esquinazau’ y Alfonso Rodríguez ‘El Relojero’. Igualmente hay que citar a Rafael Sánchez Ventura, zaragozano de la alta burguesía pero anarquista de vocación, amigo inseparable de Ramón Acín, quien también estaba involucrado en los planes revolucionarios.
Desde el primer momento, Fermín Galán estuvo en contacto con el Comité que conspiraba en Madrid, esperando la fecha que se determinara para comenzar la sublevación en Jaca y luego extenderla por toda España. Jaca era el arranque de una operación de gran escala. Hubo varias fechas señaladas antes del 12 de diciembre, pero siempre había aplazamientos, hasta el punto de que muchos de los complotados llegaron a dudar de las verdaderas intenciones del dubitativo y medroso Comité.
Tras distintas reuniones entre Galán, los militares comprometidos, ateneístas llegados de Madrid con instrucciones expresas, y civiles que debían organizar el movimiento sindical y huelguístico de apoyo a la sublevación, se decidió en Jaca una fecha definitiva, el 12 de diciembre. Los conspiradores remitieron un telegrama a Madrid que decía: “Viernes doce, enviad libros”, a lo que se respondió de inmediato: “Cumpliremos instrucciones pie letra”.
El golpe, por tanto, estaba ya en marcha, era imparable. Sin embargo algo falló. Madrid decidió un nuevo aplazamiento, pero la comunicación, inexplicablemente, no llegó a tiempo. Casares Quiroga junto a Graco Marsá fueron enviados a detener los planes de la guarnición insurrecta, pero no lo hicieron con celeridad; cuando llegaron a Jaca, en lugar de avisar urgentemente a Galán, se fueron a dormir al hotel La Paz perdiendo la oportunidad de detener la intentona. 
A las cinco de la madrugada del día 12 sonó en el cuartel la diana revolucionaria. Se ordenó la detención del gobernador militar y de todos los militares que no se sumaran a la rebelión. Los centros neurálgicos de Jaca -correos, telégrafos, la estación- fueron intervenidos. Militares y paisanos colaboraron en todo momento. La situación estaba controlada.
Sólo se produjeron dos enfrentamientos que acabaron con la vida del sargento de la Guardia Civil y de dos carabineros que opusieron resistencia armada. Ocurrieron a las ocho de la mañana en la Plaza de la Catedral. En el ayuntamiento quedó constituida la Junta Revolucionaria presidida por el republicano Pío Díaz, quien sería nombrado alcalde. A las once de la mañana, en el ayuntamiento de Jaca, se proclamó la República.
Aquel día hacía frío y llovía abundantemente. Las calles estaban embarradas. La requisa de automóviles para formar las columnas que marcharían a Huesca fue extremadamente lenta. Con todo, se formaron dos columnas, una comandada por Fermín Galán integrada por 500 hombres, entre militares y paisanos, que marcharía por carretera con 40 vehículos, y la otra mandada por el capitán Sediles, compuesta por 200 hombres, iría por ferrocarril. Partieron a las tres de la tarde, hora en la que el alcance de los hechos ya era bien conocido en las comandancias militares de toda España, sin que ninguna se hubiera sumado al alzamiento.
Galán, que había tenido un enfrentamiento en el camino con el general Manuel de las Heras quien resultó herido, llegó al pueblo de Ayerbe a las doce de la noche y Sediles una hora más tarde. En Ayerbe los esperaba un alborozo republicano extraordinario. Se organizó una verdadera fiesta que infundió ánimo a unos soldados a esas horas ya desmoralizados y cansados. La población de Ayerbe se volcó con los sublevados y tras reponer fuerzas retomaron el camino sobre las dos de la madrugada.
Entre las siete y las ocho de la mañana del día 13 de diciembre la extenuada y aterida columna llegó a las denominadas Coronas de Cillas, a tres kilómetros de Huesca. Allí les esperaban tropas gubernamentales de la ciudad y refuerzos llegados de Zaragoza. La carretera estaba cortada, a pesar de lo cual los de Galán creyeron que los soldados aguardaban para darles la bienvenida y el abrazo fraterno que buscaban en los republicanos de Huesca, tal como estaba previsto. Pero nada ocurriría como habían planeado.
La confusión se adueñaba de los soldados. El miedo comenzaba a hacerse patente. Galán toma la determinación de enviar a los capitanes Salinas y García Hernández a parlamentar. ‘El Esquinazau’ se ofrece voluntario para conducir el vehículo hasta la posición de Cillas y colocar una bandera blanca en sitio bien visible. Galán advierte que si en el plazo de diez minutos no han vuelto abrirán fuego. Los dos capitanes apenas bajan del vehículo son detenidos, al igual que su conductor.
Los minutos pasan. Un oficial hace dos disparos al aire en señal de advertencia y pasados unos segundos las tropas acantonadas en las lomas abren fuego sobre los sublevados. Éstos se refugian donde pueden, bajo los camiones, tras los árboles... Se produce la desbandada. Armas y pertrechos quedan abandonados en la carretera. También tres muertos y veinticinco heridos.
En dos vehículos huyen varios oficiales, entre los que se encuentra Galán y el paisano Graco Marsá junto a algunos ateneístas. Toman la carretera de Tardienta. Los dos coches se separan, los civiles consiguen huir, pero Galán, muy abatido, decide entregarse en el pueblo de Biscarrués, primero al alcalde, pues no quiere saber nada de los militares, luego es arrestado por la Guardia Civil. Sus compañeros no han podido persuadirle para que huya. Los detenidos son conducidos a Ayerbe primero y luego a Huesca e ingresados en el cuartel de Infantería Pedro I.
Ramón Acín, responsable en Huesca del movimiento insurreccional, a la vista de los acontecimientos se escondió en un carrascal de las afueras de la ciudad durante tres días. Estaba acompañado por José Jarne Peire, comerciante, articulista y activo republicano. Luego fueron a la ermita de Loreto y a Zaragoza, donde permanecieron la Navidad de 1930 y, finalmente, con la ayuda de José Ignacio Mantecón, pasaron a Lisboa para recalar a continuación en París, donde se exiliaron hasta la proclamación de la República. Ramón Acín, de haber triunfado la sublevación de Galán, podía haber sido nombrado alcalde de Huesca.
El Consejo de Guerra sumarísimo se inició a las nueve de la mañana del domingo 14 de diciembre en el Cuartel Pedro I. Los acusados fueron Fermín Galán Rodríguez, Ángel García Hernández, Luis Salinas García, Manuel Muñiz Izquierdo, Miguel Fernández Gómez y Ernesto Gisbert Baly. El defensor era el capitán José María Vallés Foradada. Las declaraciones se sucedieron a una velocidad de vértigo, los acusados apenas tenían posibilidad de intervenir y los testigos pasaban a destajo. La sentencia llegó de inmediato: Fermín Galán y Ángel García Hernández son condenados a muerte. Los demás oficiales, cadena perpetua. La condena a muerte de García Hernández fue de todo punto incomprensible, puesto que no concurrían en su persona circunstancias distintas a las que pudieran señalarse de los otros oficiales.
La sentencia la comunicó el Capitán General de la Quinta Región Militar al propio Dámaso Berenguer, que se encontraba reunido con su Gobierno en Madrid. El Consejo de Ministros aprobó la sentencia por mayoría y Alfonso XIII ordenó la inmediata ejecución. Ello a pesar de que era domingo y en domingo no se podía fusilar.
Subieron a un camión, los condujeron al polvorín de Fornillos tomando una carretera de las afueras de Huesca en dirección a Apiés. A las tres de la tarde formó el pelotón. A las tres y diez minutos, Galán y García Hernández habían muerto. Serían enterrados al día siguiente. Murieron tres días después de la sublevación y apenas tres meses antes de que se proclamara la República. Han pasado a la historia, sin duda, como mártires de la libertad.
Un acontecimiento desconocido para la mayoría. Uno de esos episodios ocurrido tal día como hoy, hace 84 años, que merece la pena recordar. Pinchando encima de la fotografía se puede acceder a un documental en el que se explica de forma más detallada la vida de estos personajes y el episodio que les hizo pasar a la historia. No os lo perdáis. 

https://www.youtube.com/watch?v=HX7W32BZ6VE&list=PL1601E923A846B256

martes, 9 de diciembre de 2014

Día contra la Corrupción (pero sólo hoy)



Hoy, por lo visto, se celebra el Día contra la Corrupción (política se entiende). Pero no, no es lo que cualquiera que lea esto pueda pensar, es decir, no se trata de un día para reivindicar que se tiene que acabar con la corrupción; lo que se celebra es que hoy no habrá corrupción. Los políticos nos dan un día de tregua y no hacen sus habituales chanchullos.
Antes me indignaba y ahora me produce indiferencia escuchar a un político diciendo que van a luchar contra la corrupción. Aquí habría que hacer como en el colegio y que levantase la mano el que se creyese a un vividor de lo público diciendo que quieren acabar con los corruptos. No, eso es imposible en tanto y cuanto son ellos mismos, la clase política en general la que provoca la corrupción, ¿cómo van a acabar con ella? ¡Imposible! Pongamos un ejemplo: imaginemos que el virus del SIDA se manifestase el Día de la Lucha contra el SIDA, o que el cáncer participase activamente en el Día contra el Cáncer recogiendo donativos para luchar contra la enfermedad… ¿alguien se lo imagina? Pues eso.
Así que nada, durante 24 horas todos han sido, supuestamente, honestos, porque corruptos ya sabemos que lo son, ¿será por eso que hoy no me he cruzado con ningún político por la calle? Estarían todos escondidos, un día como el de hoy es fiesta para ellos. Pero a las 00:00:01 horas del miércoles ya todo habrá vuelto a la normalidad y los políticos volverán a ser corruptos. Hay cosas que solamente suceden en los cuentos… que se lo pregunten a la Cenicienta. 

sábado, 6 de diciembre de 2014

Wislawa Szymborska



Podría escribir sobre lo que estoy pensando y extenderme diciendo que vivimos en un país de vagos y corruptos, justificar los que digo, tanto lo primero como lo segundo, para así tranquilizar un poco mi rabia e impotencia. Sí, podría hacerlo, pero no, no me apetece. Hoy no quiero pensar… hoy quiero sentir.
Hace unos meses descubrí a una poetisa de nombre impronunciable, se trata de Wislawa Szymborska. Con ese nombre es fácil adivinar de dónde procede (supongo). Probablemente no sea muy conocida en este bendito país, de hecho a la gente que he preguntado (y no ha sido poca) nadie había escuchado hablar de ella… bueno, tampoco es muy importante conocer a todos los Premios Nobel de Literatura (lo obtuvo en 1996) existiendo literatura como ‘Harry Potter’, la saga de ‘Crepúsculo’ o ‘50 sombras de Grey’.
¿Y por qué me gusta? No lo he pensado, ni siquiera lo sé. Me gusta y punto. Me ocurre como con Antonio Machado, no sabría decir por qué me cautiva. En ocasiones he dicho que cualquiera puede hablar de arquitectura sin entenderla. Estamos delante de una catedral, por ejemplo, y todos podemos decir algo más que no sea ‘me gusta’ o ‘es bonita’; podemos describir las cosas porque las estamos viendo. Con la poesía no, la poesía no se ve, es un sentimiento y como tal se siente, sin explicación posible.
Este fue el primer poema que leí suyo. Al terminarlo supe que merecía la pena sentir más.

Las tres palabras más extrañas
Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.

¿Esto cómo se explica? No se explica, se siente, se relee una y otra vez. Eso es Szymborska. Sentimiento, no pensamiento.
Además, ¿para qué estropearlo? Voy a tener la oportunidad de empezar a leer mi amor platónico literario, Rayuela, ¿merecen la pena ciertas cosas? Sí, es posible, pero no hoy.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Ser de izquierdas



No sabría decir si uno nace o se hace de una ideología política, pero desde siempre he tenido la misma percepción de ideas adaptadas a la edad en la que me encontraba. En mi debe tengo que decir que tengo un pasado: voté al PSOE de Felipe González. Sí, volviendo la vista atrás tengo que decir que yo era un ‘socialisteador’, que llevaba bien a gala serlo y que no perdía oportunidad de defender al PSOE en cualquier conversación en la que ese partido fuese mancillado. En esos momentos, sin yo saberlo, estaba abducido y engañado por un partido que yo creía que defendía las ideas de izquierdas… como he dicho ‘socialisteaba’, ¡qué le vamos a hacer! Hasta el mejor escribano echa un borrón.
Esta entrada sería la segunda parte de una que escribí hace ya algún tiempo titulada ‘Mi opinión sobre la derecha’. Hablar de los demás es fácil, pero hacerlo de uno mismo ya es un poco más complicado.
Creo que ser de izquierdas consiste en una forma de ser y actuar en el propósito de transformar la sociedad. La izquierda debe conducirse conforme a un principio básico que consiste en la consideración del Estado como el instrumento para redistribuir la riqueza. Es obligación del Estado velar porque cualquier individuo, independientemente de haber nacido en una familia con mayor o menor capacidad de recursos económicos, pueda gozar de las mismas oportunidades. Esto es algo que considero básico y fundamental: no todos iguales, pero sí todos con las mismas oportunidades. De ahí derivaría que si tenemos las mismas oportunidades tenemos los mismos derechos y, por supuesto, obligaciones. Por lo tanto creo en la Sanidad y Educación públicas.
Soy ateo y apóstata, pero parto de la premisa que cualquiera puede tener una creencia religiosa restringiendo su práctica al ámbito privado o en lugares destinados para ello, sin tener que intervenir en el ámbito público que, al igual que la educación, deben de ser laicos.
Creo en un Estado que teniendo esas premisas esté dirigido por gente capaz, tecnócratas, y no inútiles semianalfabetos cuyo mérito para estar al frente de una concejalía, alcaldía o consejería es estar afiliado a un partido político. Y, lógicamente, creo que cualquier medio que utilice el pueblo para conseguir su bienestar es totalmente lícito. El pueblo tiene todo el derecho de luchar por lo que es suyo y su bienestar. Las urnas y la democracia en ocasiones no dejan de ser meras excusas para arrebatarle lo que le corresponde.
¡Ah, se me olvidaba! Una cosa más que me reafirma más en mis convicciones políticas es que siento asco cuando escucho hablar a Rajoy, Aguirre, Cospedal, Saenz de Santamaría y toda esa caterva de peperos que nos gobiernan; Desde el primero hasta el último. Si no supiera definirme, cuando los escuchara sabría lo que no soy: como ellos.
Alguien me dijo una vez:
-Tú eres rojo.
-Perdona- le contesté-, yo inventé el color.

martes, 18 de noviembre de 2014

Enganchado a ti


Estás enganchado/a”… ¿A quién no le han dicho o ha escuchado nunca esa frase? Supongo que suele ser un diagnóstico muy claro que nos da alguien ante algo ilógico y sin explicación, evidentemente no me estoy refiriendo a nada que sea adictivo, no va por ahí esta entrada; me estoy refiriendo a lo sentimental o emocional.
Yo lo definiría como querer, desear algo que sabes que no puede ser y no porque no quieras, no siempre querer es poder. Somos peones de los dioses que nos ponen donde ellos quieren.

Aunque me haga daño,
aunque sea extraño…”

Vivir en una especie de bucle en el que por mucho que pasa el tiempo no te hace olvidar. Y sí, pasan los días, semanas, meses y años… pasa la vida pero algo permanece igual y no cambia.

No sé cuál es la medida hasta que todo termina,
nunca supe decir basta no creí que hiciera falta…”

Una situación te recuerda a…, una palabra…, una situación…
Hay que aceptarlo.

Aunque me hayas capturado
dejé la vergüenza a un lado…”

Pero una y otra vez, de una u otra manera esos mismos dioses hacen que se den las casualidades para continuar en ese bucle. No importa el tiempo que transcurra, ni si las circunstancias cambian… se vuelve porque hay algo que por mucho tiempo que pase jamás desaparece. Siempre se busca volver. Siempre hay esperanza.

Si te digo: ‘me he quitado’ no es verdad,
las evidencias no se pueden ocultar...”


sábado, 15 de noviembre de 2014

Trabajar y estudiar



Estoy convencido que a nadie le gusta trabajar. El ser humano, antropológicamente hablando, se siente más cómodo tumbado, sin hacer nada, que en movimiento, haciendo un esfuerzo. Puede que a unos les guste el trabajo que hacen, pero si pudieran elegir, probablemente, preferirían no tener que hacerlo. No obstante, también habría que señalar que hay, lógicamente, unos trabajos más cómodos y agradables que otros.
Esto mismo también se podría trasladar al ámbito estudiantil; a nadie le gusta estudiar. Muchos estudiantes ni siquiera entienden por qué tienen que hacerlo y lo consideran algo aburrido y sin sentido. No obstante, creo que muchos estudiantes no entienden que estudiar es un trabajo. Me explico. Cualquier trabajador en empresa privada o pública tiene unas responsabilidades con las que cumplir, unas obligaciones y un rendimiento que ofrecer, de lo contrario tiene unas consecuencias para él mismo y para la función que desempeña (al menos en lo privado… en lo público es otra cosa de la que hablaré en otra ocasión); ¿alguien se imagina que un ingeniero de una multinacional de automóviles no presentase los proyectos “porque no le ha dado tiempo”? ¿Alguien se imagina que un bombero no llegase a tiempo a un incendio “porque no se había enterado”? No es difícil imaginar las consecuencias para estos dos profesionales.
Pues bien, para un estudiante no hay consecuencias por la omisión de su trabajo más allá que la del suspenso. Porque sí, un estudiante es un trabajador. Tiene la obligación de estudiar y de cumplir unos objetivos… aprender. El trabajo del estudiante es el más cómodo que hay, ya que el horario se lo pone uno mismo y tener un horario libre en tu profesión es lo más bonito que puede haber en el mundo laboral.
No obstante, en la época estudiantil eso no se ve así y se vive la vida con una ligereza y una total omisión de obligaciones que roza y en ocasiones sobrepasa la línea del pasotismo. ¿Qué quiero decir con esto? Muy sencillo. Uno es consciente de sus propias limitaciones y sabe el tiempo que necesita para estudiar algo, simplemente es dedicarle las horas necesarias para ello. Se puede ser muy bueno en matemáticas y con dos un par de horas ser suficiente para resolver unos ejercicios, o se puede ser muy bueno en literatura y con un par de horas aprender los románticos del siglo XIX. Cada cual lo sabe. Ahora bien, lo que es inconcebible es estar delante de un libro 5 horas y no aprovechar el tiempo.
Entiendo que estudiar no es fácil y puede tener su dificultad pero, por el contrario, tiene la ventaja de poder dedicarle el tiempo que uno considere necesario. Lástima que algunos no sepan aprovechar la oportunidad de estudiar teniendo posibilidad de hacerlo.
Quizá, mi visión de lo que es estudiar difiere mucho de lo que opinan los profesionales que se dedican a la educación. Este es un tema que, con alguien a quien aprecio mucho, ha sido motivo de ‘divergencia de opiniones’; otro día hablare sobre ello.

martes, 11 de noviembre de 2014

Micro IV


En la vida hay tiempo para todo, sin excusas; la muerte marcará lo que no podremos hacer.

sábado, 8 de noviembre de 2014

‘Qué güeno quettoy’


Ayer fui a recoger los análisis. La verdad es que nunca se puede saber, pero yo no esperaba que saliese nada raro así que, para quitarle dramatismo al asunto, esta canción explica claramente los resultados de mis pruebas. Yo no lo diría mejor…


martes, 4 de noviembre de 2014

Mi primer análisis



Hoy me he hecho mi primer análisis, al menos que yo recuerde. Creo que la última vez que me sacaron sangre fue cuando tenía 8 ó 9 años para, que me dijeran cual es mi grupo sanguíneo.
Quienes me conocen saben que soy bastante aprensivo. No soporto que alguien me cuente operaciones y que me enseñe alguna cicatriz. Por lo general no me importa ir a los hospitales, pero cuando tengo que visitar a alguien y tiene goteros o veo a enfermos paseando por los pasillos con el gotero arrastrándolo en una especie de percha o alguien con sonda… palidezco, me pongo blanco y me entra malestar.
Hoy creo que me he portado bastante bien. Antes de comenzar la extracción de sangre he entregado un botecito con orina y la enferma, con no muy buenos modales, me dice: “Está muy lleno. Esto no se tiene que llenar tanto”. Yo, que estaba como un flan y lo que menos me apetecía era que me tocaran mis partes nobles (metafóricamente hablando), le he contestado: “Mire usted, en el bote no vienen ninguna indicación. Las instrucciones para mear las conozco, pero para llenar un bote de estos no, así que lo he llenado hasta arriba. La orina que sobre la pueden tirar”. Nos hemos fulminado con la mirada.
Me he quedado de pie esperando a que me llamasen (tengo la costumbre de no sentarme en hospitales ni ambulatorios) y a los tres minutos para dentro.
Me he sentado en una silla y un enfermero joven me ha dicho en que brazo quería que me sacaran la sangre; le he dado el izquierdo, ya que he pensado que del derecho no puede salir nada bueno, y le he preguntado si iba a sacar mucha cantidad, a lo que me ha respondido que “tres tubitos” señalándolos encima de la mesa; yo ni los había visto. Creo que he palidecido y me ha preguntado si me mareaba “no lo sé”, le he contestado, ya que, como he dicho antes, hacía muchos años que no me sacaban sangre. En esos momentos pensaba: “¿En mi situación habrá alguien que se haya levantado y no se lo haya hecho? Porque eso es lo que me apetece hacer ahora”. Me ha puesto una goma y me daba golpecitos con los dedos buscándome la vena y yo sin mirar. He notado un mínimo pinchazo y a partir de ahí solamente pensada: “Que acabe ya, que acabe ya, que acabe ya…”. Al momento dijo: “Ya está”. “¿Ya?”, respondí yo, ya que al ver tres tubitos esperaba tres pinchazos. La verdad es que no sé cómo lo ha hecho pero apenas he notado nada. Me ha puesto un algodón con esparadrapo y tras cerciorarse que no me mareaba mientras me levantaba (y yo también asegurarme que no lo estaba), nos hemos despedido, muy correcto el enfermero, y he salido.
La verdad es que no ha sido tan dramático como yo lo imaginaba. Pero eso sí, no es algo que tenga prisa por repetir.
El viernes sabré los resultados.

PD. Ya sé que la foto no tiene demasiado que ver con la entrada; pero no quería poner una demasiado explícita por motivos evidentes.

martes, 28 de octubre de 2014

¡Qué les corten la cabeza!



A estas alturas de la película, ¿alguien duda que vivamos en un país de políticos corruptos? Negar esto sería de necios, ya que es algo que está más evidente que la rivalidad Barça – Madrid. Por eso, hablar o escribir sobre algo que todo el mundo sabe es algo que está de más, máxime si sólo sirve para que uno se cabree al ponerse a pensar en los casos de corrupción que llevamos en los últimos años (por ejemplo durante todo el siglo XXI).
Llegados a este punto habría que preguntarse, ¿qué motiva al político corrupto para hacer lo que hace? Muy sencillo, que no hay escarmiento. Por lo visto, el riesgo de la cárcel no es suficiente elemento disuasorio para toda esta ralea que saquean impunemente las arcas públicos y se llenan el bolsillo por ocupar un cargo público.
Quizá habría que tomar otro tipo de medidas. A todo aquel que se le pille metiendo mano en la caja común o haciendo lo que no debe aprovechándose de su cargo que le corten las manos, sí, de manera literal, manos cortadas. El problema es que no tendríamos un país de mancos como lo eran Cervantes o Valle-Inclán. Ya, yendo más lejos y dependiendo de la cantidad robada o defraudada hacer lo que decía la Reina de Corazones: “¡Qué le corten la cabeza!”… es probable que eso hiciera a más de uno recapacitar y se lo pensase dos veces antes de hacer lo que no debe. Si por las buenas estamos viendo que no hay resultados habrá que hacerlo por las malas. Ya no caben más advertencias, demasiado estamos aguantando.

sábado, 25 de octubre de 2014

La marioneta



La marioneta estaba en el suelo tirada, quieta, únicamente movía los ojos mirando a su alrededor.
Al instante comenzó a mover las extremidades y poco a poco a levantarse. Se quedó de pie y se dio cuenta que podía caminar sola y que sus cuerdas estaban cortadas.
En el estante de la pared estaban el resto de marionetas. De repente hubo una que miró hacia abajo y al ver a su compañera comenzó a gritar. Las otras se despertaron aturdidas. “¿Qué ha ocurrido? ¿Qué te ha pasado? ¿Te encuentras bien?”, le preguntaron desde arriba.
Sí, estoy bien”, contestó desde abajo, “he conseguido cortar mis hilos”.
Las otras marionetas se escandalizaron. No podían creerse que se hubiera atrevido a cortar sus ligaduras. “¡No vas a poder moverte! ¡No vas a poder hacer nada! ¡Ahora ya no servirás!...”, le gritaban, entre otras cosas, indignadas.
Ella escuchaba desde abajo mirándolas, sin inmutarse y cuando callaron les respondió: “Es cierto, tenéis razón. Puede que ya no pueda ni volar, ni saltar, ni correr, ni ser una princesa de la que se enamoren, tampoco hacer reír o hacer llorar… tal vez no pueda hacer prácticamente nada… pero a partir de ahora todo lo que haga lo haré por mí misma… para mí”.

martes, 21 de octubre de 2014

martes, 14 de octubre de 2014

No sé si aún me recuerdas...


A veces soñamos con personas que no están en nuestra vida, que hace mucho tiempo que salieron y que un día, de una u otra manera formaban parte de nuestro mundo.
Eso es lo que me ha pasado esta última noche y al despertarme esta mañana temprano he dicho su nombre preguntándole, “¿tú también te acordarás de mí?”
El espejo me dice que ha pasado mucho tiempo y, probablemente, el suyo le diga lo mismo. Pero, es curioso, ahora no creo que así sea… en estos momentos estamos los dos en su habitación. Sí, podría describir perfectamente cada detalle porque estoy allí. Su pequeña cama pegada a la pared y a sus pies una mesilla de noche y encima tiene un plato en el que se han derretido muchas velas de colores y forma una bonita miscelánea colorida.
Ella acostada boca abajo y yo sentado en un puf; ambos mirando cómo se consume una nueva vela, la única luz que nos alumbra… hablando... como tantas y tantas noches acompañados de tantas y tantas anteriores de diferentes colores, hasta las tres o cuatro de la madrugada… no nos hacía falta nada más: yo, ella, ella, yo y una vela.
Al día siguiente, cuando todos nos encontrábamos para ir a clase, nos saludábamos, pero nosotros nos mirábamos y sonreíamos, así eran nuestros ‘buenos días’; no hacía falta decir más.
Ahora vuelvo a la pantalla de mi ordenador y, sí, ha pasado mucho tiempo. Más de diez cursos hace ya que no nos vemos; allí comenzó y allí acabó. “Sé que algún día escribirás un libro y me lo dedicarás. Contarás nuestra historia”, me dijo casi al final… No sé si lo haré, quizá sí, quizá no, pero yo, “este loco de poco se olvida, por mucho que pasen los años de largo en su vida”. ¿Y tú?, “no sé si aún me recuerdas”.


martes, 7 de octubre de 2014

Menudas historias de la Historia



Hablar de Historia puede ser para muchos un sinónimo de tedio, cifras y fechas, así como una retahíla de nombres y lugares impronunciables. Pues bien, este es un libro de historia en el que no sucede nada de eso.
Su autora Nieves Concostrina relata a través de sus páginas acontecimientos, anécdotas, despropósitos, coincidencias, exageraciones, curiosidades o difamaciones ocurridas a lo largo de la historia de una manera muy amena y sencilla.
Se trata de una lectura divertida y agradable en la que su formato dividido en “microcapítulos”, de una o dos páginas como mucho, hace que se lea muy rápidamente.
Creo que es un libro lo suficientemente interesante para despertar la curiosidad y luego buscar más información sobre el hecho que interese.
La historia no está hecha de batallas, descubrimientos y conquistas; la historia está formada por pequeñas anécdotas que, probablemente, hayan pasado desapercibidas en los libros. Éste, en concreto, relata algunas de ellas sorprendentes. Porque todo tiene un por qué, pero nada es porque sí.

Argumento: -
Ambientación: -
Personajes: -
Capacidad para seducir al lector: 7

martes, 30 de septiembre de 2014

‘Sociatas’ y ‘peperos’



En la anterior entrada, al hablar de ‘sociealisteadores’ y ‘pepeadores’, apuntaba que no había que confundirlos con ‘sociatas’ y ‘peperos’, respectivamente. Nada que ver. 
Para entender las diferencias creo que es mejor hacerlo de forma gráfica y, para ello, el mejor ejemplo que se me ocurre es el de los personajes del Tiñoso y el Canijo, de la serie ‘Érase una vez… el hombre’.
Seguro que todos lo recuerdan. El Tiñoso representaba la fuerza, pero sólo eso, sin ingenio. Hacía lo que le decía el Canijo, que era un chismoso que alentaba a su amigo para que hiciera cosas valiéndose de sus músculos. Pues bien, visto así, los ‘sociatas’/‘peperos’ representarían al Canijo y los ‘socialisteadores’/‘pepeadores’ al Tiñoso.
La conclusión es fácil… la masa no piensa, no toma decisiones por sí misma y necesita que alguien la azuce para actuar, para embestir. En este caso los papeles se cumplen: un pequeño (pocos) espolea a un grande (muchos) siempre buscando un beneficio propio.
Dicho de otra forma, los ‘sociatas’/‘peperos’ serían gente del partido, afiliados y simpatizantes que sacan un beneficio… casi siempre económico. En este grupo entrarían todos los enchufados, ya sea en el propio partido o de funcionarios. Casi todos suelen estar cortados por el mismo patrón: nivel cultural medio bajo que acabaron la EGB y que a duras penas pudieron acabar el instituto, pero que se afiliaron al partido antes de los veinte o al poco de haberlos cumplido y de eso han hecho su forma de vida, repito, mediante el enchufismo, casi siempre en la Administración Pública, o en el propio partido. En nuestro país tenemos casos de políticos que no se les conoce ningún tipo de actividad laboral fuera de la política.
¿Y cuál es su discurso? Como buenos instigadores tienen que tener muy preparado lo que dicen, de lo contrario no causaría el efecto deseado y se verían abandonados por sus acólitos (cosa muy difícil).
El discurso de los ‘sociatas’ es fácil. Erigirse en representantes de la izquierda. Un ‘sociata’ siempre saca pecho otorgándose los logros sociales de este país; no es raro que un ‘sociata’ diga eso de: “nuestros padres y abuelos lucharon por lo que tenemos ahora”. Claro que uno escucha a hablar a un ‘sociata’ y es para echarse las manos a la cabeza. Por lo visto, en la antigua Grecia ya había sociatas luchando contra los ejércitos de Jerjes; el inventor de la rueda sería ‘sociata’ y, por supuesto, también el descubridor del fuego. Es decir, parece que todo lo bueno de la humanidad estuviera hecho por ‘sociatas’.
En cuanto a los ‘peperos’… estos van de buenos. Un ‘pepero’, para defender las atrocidades que hace su partido estando en el poder siempre tendrá la palabra democracia en la boca aludiendo que el pueblo los ha elegido… y es verdad, es un argumento indiscutible, a la par de triste.
Los ‘peperos’ parece que tengan una coronita encima de la cabeza, como los santos, cada vez que hablan, ya que ponen ojitos de cordero degollado y cada dos frases dicen eso de: “pero respétame, que yo respeto tu opinión”. Por supuesto no quieren oír hablar del pasado y se escabullen con frases como “hay que mirar al futuro. No hay que remover el pasado”. Si una palabra los define sería cinismo. Son cínicos hasta cuando no quieren serlo. Siendo de derechas son conservadores y tradicionales… de cara al exterior están contra el aborto pero lo practican. En cuanto a la condición sexual lo mismo… en contra del matrimonio homosexual, mientras que muchos de sus dirigentes, ocupando cargos de importancia, son gays o lesbianas… Eso sí, procesión religiosa no se pierden ninguna, a pesar de la posición de la Iglesia al respecto… pero estos son otros que hay que echarles de comer aparte.
Continuar hablando de unos y otros daría para un libro, pero tampoco merecen más atención por mi parte. Resumiendo, para mí, tanto ‘sociatas’ como ‘peperos’, no son más que gente que viven y están enchufados a costa del partido sacando un beneficio, por supuesto, económico. De vez en cuando, especialmente cuando se acercan elecciones, salen a espolear a los ‘socialisteadores’ y ‘pepeadores’, respectivamente, para que les voten y continuar manteniéndose en su posición, viviendo de la ignorancia de aquellos que se han creído sus mentiras. Creo que la viñeta del Canijo y el Tiñoso es el mejor ejemplo de ello.

sábado, 27 de septiembre de 2014

‘Socialistear’ y ‘pepear’



Se suele decir que el castellano es uno de los idiomas que más variedad pueden tener. Me estoy refiriendo a la riqueza de formas, sonidos, estructura… con total certeza que un filólogo lo explicaría mejor que yo, pero creo que queda claro lo que quiero decir. 
Una de las enormes ventajas que tiene es que pueden surgir nuevas palabras y eso hace que puede evolucionar y mantenerse al mismo tiempo, siempre actual. Por ejemplo, el hecho de que usemos la expresión ‘castellano antiguo’ es prueba de ello. Este castellano que hablamos en nuestros días no tiene nada que ver con el del siglo XV, pero no deja de ser el mismo idioma.
La RAE adopta palabras que la población va usando habitualmente, de manera continuada. Sin ir más lejos, palabras como ‘tuit’ o ‘tuitero’ forman parte de nuestro léxico habitual ¡quién lo hubiera dicho hace cinco años!
Pues bien, hay palabras que deberían haber sido aceptadas, como mínimo, hace un par de décadas. Me estoy refiriendo a dos verbos con los que definir a los seguidores o votantes de los dos principales partidos políticos de España. Así pues, creo que para definir a los del PSOE se podría usar el verbo ‘socialistear’ y para definir a los del PP sería ‘pepear’.
Veamos que significa ‘socialistear’. Podría decirse que los que ‘socialistean’ son aquellos fieles al PSOE, lo defienden cuando la ocasión lo requiere y, por supuesto, lo votan, de manera sistemática, elección tras elección. ¿Por qué digo esto? Muy sencillo. Porque un socialista de verdad jamás votaría al PSOE. Por eso hay que distinguir entre socialistas y ‘socialisteadores’.
Distinguir a un ‘socialisteador’ es muy sencillo. El rasgo principal es que cree que el PSOE es el único partido verdaderamente de izquierdas que puede hacer frente a la derecha. Principalmente es gente que vota al PSOE porque en su casa siempre se votó a ese partido y la tradición ha continuado, no hay más. También suelen tener la idea de que el PSOE es de gente pobre, humilde y trabajadores y el PP de ricos.
Estas personas (las que ‘socialistean’) se suelen definir como republicanas y hablan de la II República como algo grandioso; sin embargo, les importa una mierda (con perdón) que el PSOE apoye de manera rastrera a la actual Monarquía… ellos seguirán ‘socialisteando’, es decir, votando y defendiendo al PSOE.
En los actuales tiempos, en los que el PSOE y el PP andan a la par en cuanto a corrupción, la justificarán de dos maneras: 1) que todos los partidos son iguales y 2) que los demás roban más. Quizá podamos encontrarnos con un ‘socialisteador’ más crítico diciendo que hay que hacer una regeneración en el PSOE, pero que lo esencial no se puede tocar porque es un partido fuerte, es decir, un pequeño lavado de cara.
Seguro que con estas características todos podríamos pensar en gente que ‘socialistea’… incluso puede que nosotros mismo los hagamos, aunque no lo reconozcamos. Yo tengo que confesar que sí, ‘socialistee’ durante mucho tiempo, concretamente hasta que Zapatero retiró las tropas de Irak en el año 2004 y lo vi en un Telediario con otros generales brindando por el Rey y por España. Para un republicano convencido como yo eso era lo que necesitaba para darme cuenta que el PSOE nunca traería la república. En ese momento me di cuenta que, elección tras elección, había estado perdiendo el tiempo… y más me reafirmo cuando en los últimos meses he escuchado hablar a Felipe González y pienso, ¿a ese tío yo le he dado mi voto? Pero bueno, más vale tarde que nunca.
Por otra parte, está el ‘pepear’. Para mí es muy difícil definir este término, ya que yo, como ‘exsocialisteador’, sí que sé lo que me hizo votar al PSOE, pero como nunca he sido votante de derechas es bastante complicado definir a un ‘pepeador’. No obstante lo voy intentar.
Yo creo que los ‘pepeadores’ son más básicos que los ‘socialisteadores’. Es decir, uno que ‘socialistea’ puede tener ciertos principios, como que en su familia siempre han sido, presumiblemente, de izquierdas, mientras que un ‘pepeador’ no tiene esa manera de pensar, es más actual. Por ejemplo… cuando gobierne el PSOE, el ‘pepeador’ siempre dirá que todo es un desastre y que hay que cambiar las cosas; pero cuando gobierne el PP siempre justificará los errores de su partido a “la mala situación heredada de los socialistas”. Resumiendo, se creen la solución a todos los males, pero nunca tienen la culpa de nada.
Otro rasgo característico de los que ‘pepean’ es que no les gusta hablar del pasado. Cuando alguien discute sobre la dictadura suelen contestar que “no hay que mirar el pasado… que lo que importa es el futuro…” y si alguno entra en debate no fallan expresiones como “los dos bandos cometieron atrocidades” y lo que es el colmo es cuando dicen “yo no entiendo de política, pero sé que con los socilistas (refiriéndose al PSOE) las cosas no iban bien”. Lo dicho, cortitos.
En lo referente a la corrupción del PP suelen decir que “no todos los del PP son iguales” y que “los socialistas roban más”.
Pero así, a rasgos generales, yo diría que el ‘pepeador’ es gente trabajadora (entiéndase el sentido en el que digo ‘trabajadora’), de un nivel cultural medio bajo y que no le gusta lo que ve y vota a la opción contraria. ¿Por qué llego a esta conclusión? Muy sencillo… un cabreado con el PSOE que tenga un mínimo de sentido político jamás votaría al PP, se abstendría o buscaría otras opciones. En este sentido puede que no sea tan estúpido... supongo que será eso que se dice que ‘no hay nada más ignorante que un trabajador de derechas’.
Podría seguir extendiéndome en las descripciones, tanto de unos como de otros, pero tampoco pretendo hacer esta entrada excesivamente larga y creo que tiempo habrá para tratar el tema. Una cosa muy importante, hay que diferenciar entre el ‘sociata’ y el que ‘socialistea’ o entre el ‘pepero’ y el ‘pepeador’, ¡ojo!, son distintos, no tienen nada que ver. Pero no quiero extenderme más en explicar las diferencias, ya que no es la intención de esta entrada, eso ya lo haré en una próxima y explicaré, bajo mi punto de vista, la diferencia entre ‘sociata’ y ‘pepero’. La idea de este post trata de justificar el porqué creo que dos nuevos verbos, ‘socialistear’ y ‘pepear’, deberían ser tenidos en cuenta por la RAE. Incluso conjugados suenan bien.

Yo socialisteo                                          Yo pepereo
 Tú socialisteas                                         Tú peperéas
Él socialistea                                            Él peperea
Nosotros socialisteamos                             Nosotros pepereamos
Vosotros socialisteais                              Vosotros pepereais
Ellos socialistean                                   Ellos peperean

No suenan mal, ¿verdad? Solamente pongo el presente de indicativo… pero caben todos los tiempos verbales… hacer la prueba.


PD. La fotografía que encabeza este artículo, ¿sería un ‘socialisteador’ o un ‘pepeador’?

martes, 23 de septiembre de 2014

De viñeta




No se puede decir tanto con tan poco.

martes, 16 de septiembre de 2014

Y así pasó



De repente se dio cuenta.
Vivía los últimos instantes de su existir.
Y fue un niño jugando en un patio del colegio.
Y fue primer beso, de esos que erizan la piel y alborotan el alma.
Y fue amor y desamor a partes iguales.
Y fue lágrima y caricia.
Y fue felicidad y desdicha y lo contrario de ambas.
Y fue padre sin haberlo sido.
Y abuelo de unos nietos nonatos.
Y fue dolor.
Y fue nada.
Recuerdo y olvido, sombra… Soledad eterna.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Título de la entrada



Hay días, como el de hoy, en los que me encuentro apático, sin ganas de nada y sin que haya un motivo para ello. Me gustaría escribir o hacer cosas… pero hay algo que irremediablemente tira de mí hacia la desgana.
Me cuesta un mundo escribir estas líneas, incluso no sé qué título ponerle a esta entrada, tampoco me calentaré demasiado la sesera. Mis dedos me pesan y no van a la par de lo que me gustaría expresar. Es inútil esforzarme más… estoy tan desganado que ni siquiera me apetece hablar. Ahora mismo acaba de sonar mi móvil y no he cogido la llamada, “hola... sí... no... vale...” es lo máximo que hubiera podido articular, tampoco me apetece más... ya me inventaré cualquier excusa.
Ahora no me atrevo a decir lo que no haré, sé lo que haré: nada.
Sí, paradójicamente no hacer nada ya es hacer algo. Así lo dejó escrito Lao Tse en el Tao Te King.

Treinta radios de rueda rodean el eje, del vacío depende el movimiento del carro.
Se recoge barro y se moldea, del vacío depende la utilidad de la vasija.
Se instalan puertas y ventanas para la habitación, pero del vacío interior depende su utilidad.
Por ello lo que es sirve de posesión, lo que no es sirve de obra 

Otro día hablaré de ello… hoy no me apetece. Vuelvo a mi burbuja.

sábado, 6 de septiembre de 2014

A partir de cero



La diferencia entre 0 y 1, 1 y 2, 2 y 3… es mucho mayor de lo que aparenta ser. También lo es en sentido negativo empezando desde cero (0). Este número representa la neutralidad, la ausencia… en él ni empiezan ni acaban las cosas, es a partir de él.
Podríamos decir, usando los dígitos, qué importancia tienen las personas que nos rodean. Sería la típica pregunta que supongo que nos han hecho a todos de: “Del 1 al 10, ¿cuánto… (lo que sea)?”
A veces es difícil responder. Como he dicho antes, la diferencia entre unidades es mucho mayor de lo que pueda parecer. Por ejemplo, entre el 0 y el 1 tenemos infinitos números que todos comienzan por 0 y van seguidos de una coma (’). Quizá el 1 nunca llegue.
Todo esto que he explicado anteriormente es para defender mi postura de que no creo que del amor al odio haya un paso (y viceversa). Una persona puede estar en una puntuación positiva y empezar a descender hasta aproximarse al 0… y seguir descendiendo. Pero, para ello, antes tiene que pasar por infinitos números; supongo que es eso que llaman ‘tiempo’ y que no es más que un descenso paulatino en la escala numérica.
El odio es cuando se pasa a la izquierda del 0, el primer número que nos encontremos, y cuanto más nos alejemos de él más odiaremos a esa persona. En mi caso, así, a bote pronto y haciendo memoria, podría decir que no odio a nadie; simplemente me he quedado en el 0 y he colocado en él a aquellas personas que por uno u otro motivo merecen estar ahí. Decir si son muchas o pocas tampoco es importante; como he dicho antes, el 0 es la indiferencia.
Si alguien me preguntase, ¿del 1 al 10 cuánto me quieres? Si contestase 1, quizá se lo tomaría mal; pero… visto lo visto, ¿es tan fácil llegar al 1? Lo que en matemáticas se llama ‘límites de una función’ lim f(x). Lo dicho… entre dos números consecutivos hay mayor distancia de la que parece.

martes, 2 de septiembre de 2014

Los hombres de las cavernas


¿Eran ‘todos’ tan primitivos como creemos?


sábado, 30 de agosto de 2014

Del Quijote a Cortázar


Tengo un recuerdo infantil que me acompaña. Recuerdo que en casa de mis padres, en el comedor, había un armario enorme de esos que en sus cajones guardan cuberterías, mantelerías y en las baldas figuritas que uno no sabe muy bien qué sentido tienen; lo típico que alguien cuando va de viaje a algún sitio te regala a la vuelta.
No obstante, aparte de figuritas, también había libros y otras cosas. Así, a bote pronto, recuerdo el de La Celestina, uno de cocina y álbumes de fotografías. Sí, álbumes con fotografías en blanco y negro de cuando mis padres eran jóvenes, ¡eso sí que es una máquina del tiempo! También, ¡cómo no!, el libro de su boda… se casaron en el año 73, pero no entraré en detalles porque me imagino que todos habréis visto alguno.
Pero de toda esa mini biblioteca recuerdo un libro al que yo le tenía una mezcla de respeto, temor y admiración. Me estoy refiriendo al Quijote. Concretamente era este libro que pongo en la fotografía. De vez en cuando me subía a una silla para alcanzarlo, lo cogía, me sentaba en la mesa del comedor y me ponía a ojearlo. Me entretenía viendo sus dibujos, me gustaba, me hechizaba… no recuerdo si leía algo, pero sí que recuerdo que estaba mucho tiempo pasando sus hojas. Luego… llegaba al final y una especie de abatimiento se apoderaba de mí: 997 páginas tenían la culpa. Lo cerraba y lo volvía a dejar en su sitio.


Algunas veces le preguntaba a mi madre si habría alguien que pudiera leerse libros tan gordos y ella me contestaba que sí. “¿Tú te lo has leído?” - le preguntaba- “no, yo no, pero tu abuelo sí”, me respondió.
Mi abuelo se lo había leído. Eso para mí fue algo increíble. Era alguien a quien admiraba por encima de todas las cosas y, lo que es más importante, sin yo saber que se había leído el Quijote.
Supongo que ahora es cuando toca hablar de él y de la relación que tuvimos, pero no, no lo haré; eso lo dejo para cuando escriba mi autobiografía.
Iaio, ¿tú te has leído el Quijote?”, le pregunté un día. “Sí, sí que lo he hecho. Es el mejor libro de la literatura universal”, me respondió.
Sorprendido me quedé… ese libro era el mejor de la literatura universal ¡ya podía serlo para tener 997 páginas! (esto depende de la versión, los hay con más y los hay con menos).
“¿Crees que me lo tendría que leer?” - A lo que él me respondió con otra pregunta - “¿Te gusta leer?” - “”, le contesté. Entonces me dijo algo que se me ha quedado grabado a fuego: “Si una persona te dice que le gusta leer y no se ha leído el Quijote es que no le gusta leer. El Quijote es un libro que todo el mundo debería leer antes de morir”. Es para pensar.
Pasaba el tiempo y yo veía ese libro gordo de color rojo en la estantería del mueble, pero no me atrevía a tocarlo.
Mi abuelo murió una fría noche de un mes de enero, poco más de un mes antes de cumplir yo los veinte. Ese verano, después de muchos años, volví a tener ese Quijote entre mis manos y lo leí. Cuando lo acabé recordé las palabras de mi abuelo referidas a ese libro. La espina que tengo es no habérmelo leído cuando él estaba vivo y que supiera que lo hice. Desde ese verano lo he leído un total de cuatro veces. 

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Esta semana, el martes 26 de agosto, se ha cumplido el primer centenario del nacimiento de Julio Cortázar. Con él siento lo mismo que con el Quijote… desde hace mucho tiempo… está ahí, me llama, me atrae… pero no me atrevo, no sé por qué. Pero también sé que es cuestión de tiempo. Cada lectura tiene su momento.