martes, 14 de marzo de 2017

¿No ibas hacia la luz?



Estoy llevando la dirección de una obra; concretamente se trata de una vivienda de 120 m2 que ha sido prácticamente reformada y aunque siempre se ha dicho que ‘el que paga manda’, una cosa es pagar y otra tener razón.
Hace unos días cuando llegué a la obra para inspeccionar los trabajos (suelo ir cada dos días de visita de obras) dio la casualidad que también estaba allí la dueña del inmueble. De ese modo, acompañado de ella, hablé con los industriales que estaban trabajando y nos dimos una vuelta por la obra. De repente me suelta, así, a bocajarro:

- El tabique que hay en el comedor hay que demolerlo.
- ¿Y eso? - le pregunté extrañado.
- Me lo ha dicho la decoradora - contestó.

En ese momento, no sé de dónde, escuche una voz chillona que dijo:

- Buenos días. Soy Carmen, la decoradora.

Yo la vi y la primera imagen que me vino a la mente fue la de Tangina, la médium bajita de Poltergeist. Bien. Después del pertinente saludo expliqué, tanto a Laura (la propietaria) como a Carmen ‘Tangina’ (la decoradora), que eso que ellas llamaban ‘tabique’ no era tal, sino un muro de carga, que es imposible tocar porque afecta directamente a la estructura.
Tangina’ se puso a explicar que si se demolía quedaría un espacio mucho más amplio que permitía un juego de luces y sobras con la luz que entraba desde una ventana que entraba por la pared lateral y bla, bla, bla…
Cogí el lápiz que siempre llevo a las obras, por si tengo que hacer algún dibujo, y en una de las paredes hice un croquis de la pared que querían demoler… con flechas… cargas… esfuerzos… números… Sinceramente, si hubiera estado solamente ‘Tangina’ no me hubiera molestado en hacer tantas cosas, le hubiera dicho que no y punto. Pero estando Laura ella tenía que sentirse convencida de porqué no podía eliminarse esa pared.
Pues bien, aun así, la decoradora seguía en sus trece. Como la noche anterior no había dormido demasiado, era viernes y casi la hora de comer opté por una solución que me parecía que podría satisfacer a ambas partes.
Les dije que el lunes nos veríamos allí todos de nuevo. Yo iría en presencia de un notario y con un documento que habría redactado durante el fin de semana en el que me eximía de cualquier decisión que se tomase y que no estuviese redactada en el proyecto básico y de ejecución. Asimismo, que cualquier consecuencia derivada de la modificación recaía en ‘Tangina’ (yo dije Carmen).
Lo que son las cosas, esa pared de carga ya no hacía falta eliminarla. No obstante, tengo que reconocer que me salió bien la jugada, ya que eso que yo proponía no se puede hacer, es decir, no se puede tomar una decisión sabiendo que puede suponer un riesgo; la única solución era renunciar a la obra con todo lo que eso conllevaba (habría que leer el pliego de condiciones del proyecto) y, además, un decorador no tiene ninguna competencia en estructuras. Dicho de otra forma, me tiré un farol y me salió bien.
La propietaria se fue convencida y ‘Tangina’ con cara de pocos amigos. Yo me fui al muro de carga, sonreí y le di dos palmaditas. Menos mal que, al final, habían ido hacia la luz…

PD. Próximamente hablaré de los decoradores…

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace unos años en mi barrio se vinieron dos viviendas abajo por tocar los muros de carga…hubo muertos. Y si se empeñan, a pesar de avisar a la propietaria de que eso no se puede hacer, tu obligación no es ir con un notario “aun que fuera para meterle miedo” si no ponerlo en cono cimiento de la autoridad municipal para que paralicen la obra si fuera necesario. Porque al final el responsable eres tú y si hay algún muerto acabas en la cárcel.

Marino Baler dijo...

Sí, está claro. Como digo, es un farol porque, evidentemente, eso no se puede hacer. Es decir, no iba a dejar que quitasen un muro de carga con todo lo que conlleva.
Lo que hubiera hecho hubiera sido denunciarlo en el colegio y desde allí ya se hubieran encargado de tomar las medidas necesarias. Pero vamos, te puedo asegurar que ese muro no se hubiera quitado lo diga quien lo diga.

Anónimo dijo...

Dentro de unos días tenemos junta y hemos traído un arquitecto para que compruebe la estructura del edificio, porqué antes de ser el propietario del piso, se hicieron obras en los bajos sin control ni permisos ninguno y la verdad que con más de 40 años de antigüedad y además no falta mucho para pasar la ITV de los edificios…nos preocupa. El caso es que el arquitecto me dijo, que es normal que se hagan reformas tirando a bajo todo tipo de paredes sin tener en cuenta el peligro que conlleva y además lo hacen ilegalmente y con gente no profesional. Lo más normal que encuentra, son grietas en los pisos superiores que puedes meter la mano, pero algún edificio si es muy antiguo también se puede venir abajo. Me estuvo contando que el intrusismo de profesionales no cualificados es terrible y peligroso.

Marino Baler dijo...

El problema que hay es que cualquiera supone que sabe hacer cualquier cosa: cualquiera sabe pintar, cambiar una tubería, tirar una pared, levantar un tabique. Hay buenos profesionales que lo hacen bien y no son caros.
Ahora bien, en esto hay un problema y es lo caro que puede suponer una reforma si se hace de forma legal. Hace un par de meses se acabó la reforma de un ático en Valencia capital (por prudencia no diré dónde). Pues bien, se pidió permiso de obras para una reforma con un presupuesto de 12.000 euros, cuando el presupuesto que se le pasó al cliente era de 85.000 euros, pero, por ahorrar en permisos, se pusieron los 12.000. La reforma era cambiar baño y cocina, el permiso de obras duraba tres meses.
Pues bien… las obras se alargaron más de cinco meses (más de dos meses sin permiso de obras porque había caducado); de los 85.000 euros presupuestados se pasó a 180.000 finales; se reformó TODO el ático, con ampliaciones incluidas… y un sinfín de problemas que están saliendo en la actualidad debido a una mala ejecución. Cada vez que lo pienso no sé si reírme o avergonzarme (afortunadamente, el proyecto no era mío… pero yo estuve, de forma indirecta, implicado; por eso conozco todos los detalles). Algunos acabamos de una forma no muy buena con otros. En mi caso, con los industriales forjé una relación magnífica, pero con algún técnico redactor prefiero no volver a verlo.
Resumiendo, la culpa no siempre es de los industriales; los arquitectos tienen, me atrevería a decir, el 60 % de la responsabilidad de una obra en la que haya proyecto.