No sabría decir si uno nace o se hace de una ideología política, pero desde siempre he tenido la misma percepción de ideas adaptadas a la edad en la que me encontraba. En mi debe tengo que decir que tengo un pasado: voté al PSOE de Felipe González. Sí, volviendo la vista atrás tengo que decir que yo era un ‘socialisteador’, que llevaba bien a gala serlo y que no perdía oportunidad de defender al PSOE en cualquier conversación en la que ese partido fuese mancillado. En esos momentos, sin yo saberlo, estaba abducido y engañado por un partido que yo creía que defendía las ideas de izquierdas… como he dicho ‘socialisteaba’, ¡qué le vamos a hacer! Hasta el mejor escribano echa un borrón.
Esta entrada sería la segunda parte de una que escribí hace ya algún tiempo titulada ‘Mi opinión sobre la derecha’. Hablar de los demás es fácil, pero hacerlo de uno mismo ya es un poco más complicado.
Creo que ser de izquierdas consiste en una forma de ser y actuar en el propósito de transformar la sociedad. La izquierda debe conducirse conforme a un principio básico que consiste en la consideración del Estado como el instrumento para redistribuir la riqueza. Es obligación del Estado velar porque cualquier individuo, independientemente de haber nacido en una familia con mayor o menor capacidad de recursos económicos, pueda gozar de las mismas oportunidades. Esto es algo que considero básico y fundamental: no todos iguales, pero sí todos con las mismas oportunidades. De ahí derivaría que si tenemos las mismas oportunidades tenemos los mismos derechos y, por supuesto, obligaciones. Por lo tanto creo en la Sanidad y Educación públicas.
Soy ateo y apóstata, pero parto de la premisa que cualquiera puede tener una creencia religiosa restringiendo su práctica al ámbito privado o en lugares destinados para ello, sin tener que intervenir en el ámbito público que, al igual que la educación, deben de ser laicos.
Creo en un Estado que teniendo esas premisas esté dirigido por gente capaz, tecnócratas, y no inútiles semianalfabetos cuyo mérito para estar al frente de una concejalía, alcaldía o consejería es estar afiliado a un partido político.
Y, lógicamente, creo que cualquier medio que utilice el pueblo para conseguir su bienestar es totalmente lícito. El pueblo tiene todo el derecho de luchar por lo que es suyo y su bienestar. Las urnas y la democracia en ocasiones no dejan de ser meras excusas para arrebatarle lo que le corresponde.
¡Ah, se me olvidaba! Una cosa más que me reafirma más en mis convicciones políticas es que siento asco cuando escucho hablar a Rajoy, Aguirre, Cospedal, Saenz de Santamaría y toda esa caterva de peperos que nos gobiernan; Desde el primero hasta el último. Si no supiera definirme, cuando los escuchara sabría lo que no soy: como ellos.
Alguien me dijo una vez:
-Tú eres rojo.
-Perdona- le contesté-, yo inventé el color.